Gestionar bien sus emociones tras un atentado
Una semana después del atentado de Niza, preguntamos a una experta cómo hacer para recuperar el equilibrio emocional
Cada persona vive de forma diferente un atentado. Hay diferentes grados de víctimas, desde los que perdieron su vida, sus familiares y los supervivientes, a los que residen cerca de los acontecimientos. Para quienes consideran Niza y la Costa Azul su hogar, un ataque de estas dimensiones, en las calles que ya han hecho suyas, puede vivirse como una violación de su seguridad. Para quienes han llegado hace poco, y no tienen familiares en la región, este grave suceso puede aumentar los sentimientos de soledad en un país extranjero.
Hoy entrevistamos a la mexicana Dulce Mendoza, psicóloga clínica en la Costa Azul, que nos explica lo que pasa dentro de nuestra cabeza y nos orienta para gestionar de forma efectiva las emociones que afloran, tras el horrible atentado de Niza…
Después del período de duelo, seguimos con un sabor amargo en nuestro interior… ¿qué nos toca hacer ahora para recuperar la normalidad emocional?
Dulce Mendoza: Después de los atentados en Madrid, en 2004, un grupo de expertos de la salud mental realizó un trabajo de investigación que nos permite explicar el impacto psicológico de la exposición a un atentado terrorista.
En primer lugar, un evento de este tipo se caracteriza por que es algo súbito, de una violencia extrema y que impacta el equilibrio psicológico de las personas que lo vivieron. Se trata de una irrupción brutal del mundo exterior sobre el mundo interior, lo que provoca un desequilibrio de nuestra organización psíquica.
El impacto sobre nuestro psiquismo dependerá del grado de exposición al evento traumático y de los recursos que tengamos para elaborarlo. De esta manera podemos distinguir a las víctimas directas que fueron expuestas directamente al atentado, se trata de los supervivientes o familiares de las víctimas mortales y enseguida tenemos a los superviviente «tercer o cuarto nivel», en donde encontramos por ejemplo el personal de rescate, el cuerpo policiaco, los bomberos, etc., y la comunidad afectada por el evento.
Vamos a centrarnos en esta parte de la población. Gente que no fue afectada de forma significativa en su salud física, pero que son, a pesar de todo, afectados. Es importante comprender lo que pasa en nuestro psique, ello participa a la reorganización de nuestro equilibrio psicológico.
En el caso de un atentado terrorista nuestro psiquismo no tiene la posibilidad de “prepararse al impacto” las personas entran directamente en estado de pánico (en el caso de Niza, los testigos que vieron como el camión llegaba). El instinto de supervivencia se activa, lo que permite a la gente buscar refugio, correr, etc, el miedo es predominante.
Una vez que la integridad física fue preservada se entra en una fase de agotamiento psicológico que podemos vivir a diferentes grados. Y, por último, la fase llamada de post-impacto, que puede ocurrir unos días o unas semanas después, en este momento se puede manifestar un estrés postraumático, los recuerdos, las imágenes, ciertos ruidos y olores pueden hacer que la persona re experimente la escena traumática y esto lo podemos vivir todos.
Es cuando nos damos cuenta de que tenemos dificultades para reintegrar nuestra vida cotidiana, que ciertos recuerdos se hacen omnipresentes, el insomnio, la pérdida de apetito, de peso… son signos que nos pueden alertar para consultar a un profesional de la salud mental.
Es importante retener que independientemente del grado de exposición al atentado, cada persona tiene un mecanismo psicológico que hace que lo vivamos de manera diferente. Nuestra capacidad a elaborar la experiencia traumática puede variar, por ejemplo, si hemos vivido una vivencia traumática previa que haya sido resuelta, vamos a tener una mayor flexibilidad para integrar el efecto del atentado. Otros factores que influyen es si tenemos un estado de salud física frágil, duelos que no hayan sido resueltos y algo muy importante para las personas que se encuentran fuera de su país son los «recursos ambientales». La ausencia del núcleo familiar puede reforzar el sentimiento de inseguridad y de vulnerabilidad.
Lo que se puede hacer para entrar en una fase de recuperación, independientemente del grado de exposición al atentado o de la condición de migrante o no migrante, es poder hablar de lo sucedido, expresar los sentimientos que uno siente, compartir la experiencia con otras personas que lo hayan vivido o no; buscar el diálogo, no aislarse, y reintegrar en la medida de lo posible, las actividades cotidianas. Seguir poniéndose metas: por ejemplo si teníamos un viaje programado, hacer lo posible para que no se anule, seguir con nuestros proyectos, en pocas palabras, seguir inyectando una dinámica de vida.
Y una persona que acaba de llegar a la Costa Azul, sola, y se enfrenta a un suceso de esta magnitud, ¿qué puede hacer?
DM: Bueno, es necesario tratar de acercarse a los círculos sociales con los que se cuenta. Aunque no tengamos familia aquí, si hemos venido por motivos laborales, el espacio profesional también es un espacio social que puede aportar seguridad, de una cierta manera puede compensar la ausencia de la familia o los amigos. Si tenemos la oportunidad, podemos estar en contacto con alguna asociación, ligada a nuestros orígenes.
Podemos utilizar las redes sociales para expresar lo que vivimos y juntos poder establecer un diálogo para reforzar el sentimiento de solidaridad. Y, algo que considero importante, es tratar de seguir con nuestro ritmo habitual. Porque durante un día o una semana, tenemos diferentes rituales o cosas que hacer que nos dan seguridad. Por ejemplo, si tenemos costumbre de hacer deporte una vez a la semana, seguir con esa actividad. Que nuestras vidas cotidianas no se paren, aunque sea difícil. La modificación prolongada de nuestro ritmo cotidiano y el aislamiento no van a favorecer el restablecimiento de nuestro equilibrio psicológico.
Si nos sentimos solos, buscar apoyo en el espacio profesional, o con los compañeros de la escuela, si se trata de estudiantes…porque siempre habrá personas que compartan nuestra misma condición, gente con la que nos podamos identificar.
Y para las personas que llevan más tiempo en la Costa Azul, que han formado su familia y tienen hijos… ¿cómo explicamos a los niños lo que está pasando?
DM: Lo primero es no ocultar la realidad. Si el niño se acerca a nosotros con preguntas, quiere decir que ya tuvo acceso a la información. Es importante saber cómo accedió a ella, el nivel de detalles que tuvo. Si fueron imágenes, relatos, si fueron otros amiguitos que le contaron lo que sucedió. Hay que verificar hasta que punto el niño está informado, porque en función del nivel de detalles, puede que sea simple curiosidad o puede ser que el niño tenga un sentimiento de inseguridad profundo.
En ese caso hay que hablarle de una forma adaptada de lo que sucedió y darle seguridad. Decirles, por ejemplo, que la gente que esta herida se encuentra hoy en día en el hospital, que los medicos se estan ocupando de ellos, que la policia hará lo necesario para cuidarnos, darles elementos que les de seguridad y que les muestre como la sociedad se organiza para atender a las víctimas del atentado terrorista.
Es importante evitar el acceso a imágenes de un alto grado de violencia, y, eventualmente, si constatamos que ciertas amistades le están dando demasiada información, hablar con los otros padres o sugerirle que por un tiempo evite relaciones que le generen un cierto estado de angustia. Recordar al niño que no dude en decirnos lo que siente, que estamos para escucharlo.
Después de los atentados, hemos visto muchas muestras de racismo y xenofobia… ¿cómo podemos hacer para que el dolor no se convierta en odio hacia lo que es diferente, hacia lo que no conocemos?
DM: Bueno, yo me temo que la psicología no tenga una receta mágica para eso, no sé si alguna ciencia lo tenga. Yo daré mi punto de vista como madre, como habitante de este planeta, como emigrante y como alguien que tiene un compromiso social que trata de poner su granito de arena para construir un mundo más justo y solidario.
Yo pienso que algo que nos puede ayudar a canalizar de forma más pacifica todos esos sentimientos, que son normales: el miedo, la culpabilidad, la tristeza y el enojo -todo eso hay que saber que es normal-. Pero, nos tenemos que preguntar qué sentido tendría transformar esos sentimientos en odio o desconfianza, ¿a quién beneficia realmente? Yo diría que, si vemos las cosas de una manera global, finalmente es un círculo vicioso. Cuanto más generemos ese odio y desconfianza, estaremos favoreciendo la radicalización, de una cierta manera.
Hoy sabemos que muchas de las víctimas mortales del atentado de Niza son gente de origen árabe y a mí me da mucha tristeza ver que sus dolientes tengan una doble pena: están llorando sus muertos, que fallecieron de la misma manera dramática que cualquier otra persona, y a eso le agregamos, sufrir el rechazo y ciertas reflexiones racistas de una parte de la sociedad. Yo pienso realmente que todos somos responsables de construir y de favorecer los valores de la no violencia y de la solidaridad, pero es una elección que cada uno va a hacer. Debemos considerar el beneficio para la sociedad de evitar las amalgamas entre el terrorismo y una cultura, una nacionalidad o una religión.
Pienso también que tenemos que aliarnos: la sociedad civil, los medios de comunicación, los gobiernos, la Educación nacional, para construir esa sociedad que promueve el respeto a la diferencia y a los valores de la integración. Estoy absolutamente convencida de que todos somos beneficiarios de ello.