Enseñando el español en la Costa Azul: entrevista a Alicia
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Cuando Alicia salió de España, hace ya cinco años, no sabía que con esa partida descubriría su vocación: enseñar y aprender, porque “enseñando se aprende mucho más de lo que se enseña.”
Esta madrileña de 29 años, periodista de formación, llega a la Costa Azul, a finales de agosto de 2013, para trabajar como lectora de español en la Universidad de Niza, tras un periplo por dos grandes ciudades: París y Londres. Una mañana lluviosa en la región, nos cuenta cómo, en 2008, una vez acabados sus estudios y sin saber muy bien qué hacer, decide darle un nuevo rumbo a su vida y probar suerte como auxiliar de conversación en París, donde consigue plaza. Después de tres años como profesora de español, en diferentes sitios, se marcha a Londres, para retomar el inglés y buscar trabajo en la ciudad. Pronto se dará cuenta de que esa capital no era para ella, por su clima y por sus “gentes contenidas en emociones”. Sin embargo, fueron esos largos nueve meses los que le desvelaron cuál sería su próxima etapa.
¿Cómo llegas a la Costa Azul?
Cuando estaba en Londres, tuve como una pequeña revelación. Supe enseguida que no me quería quedar allí mucho tiempo. Trabajé en varias academias e hice un curso de ELE (Español como Lengua Extranjera) en el Instituto Cervantes, pero mi relación con la ciudad no fue buena desde el principio. Luego, me acordé de que en Francia podría trabajar como lectora en la Universidad, por lo que hice una búsqueda intensiva de universidades públicas, con departamento de español, y envié más de 50 currículos por email y correo ordinario. Estando de vacaciones en Madrid, por abril de 2013, me llamaron para decirme que estaban interesados por mí, para comenzar en septiembre en la Universidad de Niza. Acabé el curso en Londres, pasé el verano en Madrid y vine.
¿Qué es un lector de español?
Esa es una pregunta que me hacen muchísimo. Siempre bromeo sobre este tema, con mi compañero de trabajo, que es un chico de Jaén, y con mi compañera de piso, Isabel, que también ha sido lectora, y cuando alguien nos pregunta, le respondemos que nosotros “llegamos a clase, cogemos un libro, leemos a los alumnos y, a veces, incluso, les dejamos que lean…” En realidad, un lector es un profesor de idiomas, que se dedica más a la expresión oral, a hacer que los alumnos hablen.
¿Y qué tal con ellos, con los alumnos?
Pues yo doy clases a varios grupos. Los alumnos de primero vienen un poco desorientados. Les falta autonomía, como si hubieran estado muy protegidos en el instituto y, luego, te piden que les expliques cómo tienen que hacer las cosas, una y otra vez. Y algo que me llama mucho la atención es que negocian contigo la nota. ¡Nunca antes había visto eso en la Universidad! Después, también, les ves con la ilusión de aprender y eso es lo más gratificante: cuando se interesan por lo que haces en clase. La verdad es que estoy disfrutando la experiencia.
Se ve que te gusta tu trabajo…
Me encanta. Es el primer año que doy clases en una Universidad. Y se trabaja muchísimo, casi 24 horas, porque tienes que prever muchas cosas, atender a muchos emails, prepararte muy bien las clases. Después del primer semestre, cuando llegué a Madrid para las vacaciones, estaba agotada, pero, al mismo tiempo, es gratificante, porque se valora tu trabajo.
¿Cómo es tu vida fuera de la Universidad?
Mi vida en Niza… Tengo un grupo de amigos, que yo llamo “mi familia de Niza”, porque hacemos muchas cosas juntos, pero siento que el apartado social es difícil con los franceses. Parece que los ritmos de vida están muy acotados y es complicado relacionarse. Por otro lado, una de las cosas que me ha transmitido la vida en Niza es que aquí hay que hacer deporte. Como tienes el mar de un lado, la montaña de otro, pues la gente se mueve bastante. Yo ahora hago escalada, acabo de empezar, pero estoy muy motivada. Además, en el club en el que estoy, son franceses, pero son muy majos y abiertos.
¿Qué echas de menos de España?
Pues digamos que a mí me falta esa cosa española de llegar y encontrar esa apertura de la gente. Echo de menos, sobre todo, a mi gente y mi familia. Y el hecho de improvisar, de llamar al alguien y decir: «vamos a tomarnos algo» y salir. También, aquí, en Niza, hay algo de vida cultural, pero a mí me falta todavía más vida en la calle, no veo mucho movimiento. Luego en temas de comida, pues no echo nada de menos, cosa que, en Londres, sí que sentí muchísimo, porque se come fatal y, encima, caro. Pero en general, los franceses cocinan muy bien.
¿Cuánto tiempo piensas quedarte?
Esa es una buena pregunta. De momento tengo un contrato por un año. Yo creo que, mínimo, dos. Lo del tercer y cuarto año ya me lo plantearía. Estoy dividida. A un lado de mí le gustaría volver a España, porque la verdad es que echo cosas de menos y porque, a largo plazo, me veo más allí que aquí. Pero lo veo complicado ahora mismo. Igual que digo que yo no me fui de España por la crisis económica, sí que siento que el volver me lo esta frenando la crisis. O sea, que no me lo puedo plantear seriamente, sobre todo, teniendo un perfil de Humanidades.
¿Por qué crees que es más difícil viniendo de las Humanidades?
Porque estas disciplinas sirven para enriquecer la mente y el alma, pero no son productivas. Y es lo que decía Vargas Llosa que la cultura está en peligro de extinción por eso mismo: porque cada vez se tiende a producir lo que es mas útil, económicamente hablando…
(Se interrumpe la entrevista por un fuerte aguacero.)
¡Madre mía! Esto es otra cosa de Niza… Hay tres cosas súper auténticas, para mí, en Niza: el sonido del mar, cuando las olas chocan contra las piedras; el sonido de las gaviotas y, finalmente, esto: el sonido de la lluvia.
Si vives en la Costa Azul y tienes una historia interesante que contar, no dudes en contactarnos. ¡Te estamos esperando!